Francisco MANGADO
 
fM
FRANCISCO MANGADO

Cafetería de Baluarte+

2005-2006

Plaza de Baluarte, Pamplona-España

360 m2


El proyecto del Café del Baluarte además de pretender el diseño arquitectónico de una pieza de calidad formal surge de una reflexión con respecto al espacio urbano de la plaza y de los edificios que la conforman, el propio Baluarte y el Parlamento de Navarra.

No se podía, ni se debía, diseñar y ubicar un edificio opaco, cerrado, que hubiera supuesto dividir el espacio público en partes diferenciadas dejando el edificio del Parlamento, visualmente y de facto, fuera del conjunto.

La opción de una caja acristalada, muy abstracta, permite asegurar las transparencias a lo largo de todo el perímetro de manera que, desde el interior, sentados los usuarios, tuvieran la sensación de estar como en el exterior, sólo protegidos de las inclemencias atmosféricas, pero disfrutando de toda la profundidad espacial de la plaza y de la visión de las arquitecturas colindantes. La misma transparencia, durante el período estival, se transforma en apertura al desplazarse horizontalmente los cierres de vidrio. Se produce así una continuidad real entre el dentro y el fuera. Ahora todo el edificio es terraza, el edificio mismo es espacio público.

Plaza de Baluarte, 31002 Pamplona, Navarra, España

Francisco Mangado, 2+2 Arquitecto
Restaurante La Manduca de Azagra
2002
/
2003
El local sobre el que se actuaba, generoso en espacio y resuelto en dos niveles, se encontraba vacío tras una rehabilitación estructural que había establecido algunas diferencias de nivel en la planta de acceso así como decisiones constructivas y estructurales, particularmente la posición de las escaleras, que se hacía necesario considerar. El local aparecía profusamente dividido como consecuencia del sistema de muros de carga que, como estructura básica, era la propia del edificio del siglo XIX donde se ubican los bajos sobre los que se actúa.Los distintos espacios se van sucediendo a partir de la entrada permitiendo así ordenar el restaurante de una manera agradable en sucesivos comedores, huyendo de una presencia excesivamente multitudinar a la hora de “abordar el plato”.

Sólo tres materiales se utilizan en el local. Los tres naturales y modestos. Los planos verticales están revestidos del bloque cerámico que habitualmente se utiliza para ejecutar los tabiques divisorios de vivienda económica. Estos bloques, siempre enlucidos y ocultos, presentan al dejarse descubrir una textura que adquiere gran valor a partir de la repetición y del reflejo de la luz. Los pasos entre los muros de carga quedan perfilados con chapas negras barnizadas destacando así la transición que el grosor de estas construcciones, aumentado con la superposición de la cerámica, supone. La misma chapa se utiliza para rehacer la escalera principal que, aun mantenida en la misma posición, sufre modificaciones puntuales tendentes a simplificarla y a valorar su carácter volumétrico dentro del espacio, de mayor altura, en el nivel en subsuelo. Un pavimento cerámico, negro y algo rugoso, que cubre parcialmente una altura de las paredes ofrece junto al techo un marco neutro donde destacar la iluminación.El techo se quiebra de manera repetitiva. Los efectos lumínicos y acústicos son razones que así lo aconsejaron. La luz colocada tras el plano cerámico de las paredes, en el nivel superior e inferior, ambas líneas reflejadas sobre la superficie quebrada negra del techo y la del suelo, confieren al conjunto un sentido de livianidad, de lienzo superpuesto, que no oculta la operación constructiva realizada con la cerámica. El resto de la iluminación del local intenta mantener en lo posible el efecto antes descrito, algo misterioso, planteándose como lámparas de pie que intensifican de manera puntual la luz sobre las mesas sin incidir o deteriorar la iluminación general.
Restaurante “La Manduca”
1997
/
1998
La propuesta y su desarrollo tiene desde principio algo de extraño y casual. El propietario, un amigo mío, poseía en un pueblo del sur de Navarra, una nave agrícola que había heredado de su padre, en realidad un almacén en muy mal estado de conservación que guardaba un viejo tractor. La construcción existente se situaba en las afueras del núcleo urbano de Azagra, rodeado de otras construcciones similares cuya visión “desoladora” hacían a primera vista difícil la posibilidad de acometer una construcción de calidad. El propietario, hombre de cierta sensibilidad y gran tesón, había encontrado en el subsuelo, bajo la nave, una bodega conformada con viejos muros de hormigón y ladrillo. Este espacio, adecuadamente transformado y “acondicionado” en la imaginación del propietario, constituyó el origen de sus “fantasías” empresariales orientadas a construir un restaurante, con alta calidad culinaria.Fue esta ilusión e insistencia la que transformó las ciertas reticencias iniciales en un proceso de trabajo que ha de calificarse en el mejor de los casos, como sorprendente. El lugar, antes denostado, se presentó como algo sugerente, que al ir descubriéndose a sí mismo, fue transformando la inicial apatía y la aparente ausencia de valor en un crisol sorpresivo de sugerencias. A la recuperación de la bodega subterránea para el programa previsto, se unió la necesidad de plantear una edificación cubierta que actuando como espacio previo de la bodega, asumiera también un papel más significativo de la intervención.Este nuevo y gran espacio de acceso incorpora sugerencias de un alto contenido arquitectónico. Desde el exterior se genera una relación plástica y visual en el contraste establecido entre la abstracta composición de la fachada de acceso y el fondo natural representado por las rocas presentes en el fondo. Desde el interior, el patio, además de aportar iluminación, recuerda la realidad topográfica de que se parte, a la vez que realza el valor del espacio interior construido en su totalidad con grandes tablones de madera.