Contexto

Contexto


La reflexión sobre el contexto constituye la esencia, el signo distintivo del proyecto de arquitectura. La consideración del contexto está detrás del sentido último de una ética arquitectónica desgraciadamente poco habitual en los trabajos actuales más ‘vistosos’. La arquitectura debe hacer de la idea de servicio su objetivo fundamental; al contrario que el ‘servilismo’, el servicio implica una acción de transgresión, de dar más, entendiendo el contexto como algo con lo que merece la pena establecer un diálogo, incluso si el fin último es negarlo. Esta relación, por problemática e intensa, resulta extraordinariamente fructífera y debe estar dominada más por la inteligencia y la sensibilidad que por la invención o la imaginación.

La responsabilidad medioambiental que se exige hoy a la arquitectura está fuertemente relacionada con la preocupación contextual. La conciencia respecto al medio físico, económico, productivo, material y cultural está en el fundamento de ese ejercicio responsable —y por ello esencialmente ético— que la sociedad reclama al arquitecto. A menudo se habla de una arquitectura medioambiental como si fuera una manera de hacer nueva, casi un ‘estilo’ más, lo que evidencia la pérdida de lo contextual como un valor primigenio del proyecto. De ahí la importancia de reivindicar de nuevo el contexto como categoría obligada y, sobre todo, como la clave para poder transgredir y proponer más de lo que se demanda.

El Palacio de Congresos y Auditorio de Navarra (Baluarte) se convierte en sí mismo en edificio-contexto, en edificio-ciudad, transformando su variedad funcional y su dimensión en una oportunidad o un recurso para, a partir de una forma en planta poco compacta, dialogar con un entorno complejo. Desde el punto de vista del paisaje el diálogo se establece de forma simultánea con la muralla, el caserío urbano y el entorno natural —éste contemplado desde la distancia—, pero también con la estructura de espacios públicos, de referencias institucionales, de manera que el nuevo edificio parezca haber estado siempre allí. No ofrece una visión unitaria, un solo ángulo, no es un edificio que se contempla (sólo puede hacerse desde la distancia y superpuesto siempre a la muralla), sino que se recorre, que nunca es igual, que tiene muchos ángulos y puntos de vista, como la ciudad misma, compleja y diversa. La voluntad contextualizadora adquiere pues, en este caso, una dimensión intelectual clave, en contraposición expresa a la tentación de hacer un objeto arquitectónico probablemente más costoso y menos integrado.