La arquitectura puede siempre medirse en términos de energía. Podemos hablar de la energía desde una perspectiva estática, como hecho construido, y también como algo dinámico, que consume y alimenta un sistema. Ambas dimensiones son cuantificables y nos enfrentan a una realidad fundamental: la relación entre medios y fines. Sirven para medir estándares exigibles a una construcción que aspira a ser responsable con el medio.
ay otras formas de referirnos a la energía en el ámbito arquitectónico. Una más conceptual se refiere al criterio rector del proceso de proyecto. La ocupación del terreno, la relación con el entorno, la lógica constructiva, la elección de materiales, la configuración tipológica, espacial y estructural…se fusionan en una identidad detrás de la cual está la energía, no sólo como preocupación cuantitativa, sino como materia intrínseca y conceptual que ha de formar parte del proyecto desde su inicio. Para lograr una arquitectura comprometida con el medio hay que hacer, simplemente, mejor arquitectura.
Otro enfoque es el histórico. Existe un devenir paralelo entre el desarrollo de los mecanismos para la conducción y generación de la energía y la arquitectura, lo que no se ha subrayado desde la enseñanza de la disciplina. Los sistemas constructivos, los tipos arquitectónicos, la manera de ocupar la ciudad y el paisaje… han evolucionado como consecuencia de ideas, pero también de técnicas, particularmente de la manera de administrar el uso de la energía en un sistema en el que no es fácil distinguir el objetivo del instrumento, el principio del medio. Si bien en nuestros días resulta perentoria, esta preocupación ha estado presente siempre —especialmente en periodos de escasez— en la arquitectura vernácula, de la que podemos extraer experiencias muy útiles.
La preocupación por la energía debería definir un marco ético capaz de clarificar el magma, muchas veces banal, que define la arquitectura sustentada en la imagen y la apariencia. Existe hoy una arquitectura que busca una suerte de ‘estilo medioambiental’ sustentado en añadidos tecnológicos, que enmascara y trivializa el auténtico sentido de la preocupación energética. ¿Cuánto cuestan en origen muchos de esos edificios que, supuestamente, van a ahorrar energía? Otra, sin embargo, desde la lógica y la discreción inteligente, ofrece magníficas soluciones. La sede de Norvento, de materiales sencillos y locales como la madera de eucalipto, se abre como una mano a fin de lograr la máxima calidad energética. Se trata de entender la energía no sólo como un objetivo en su ahorro, sino como un indispensable punto de partida para abordar el proyecto con calidad arquitectónica.





