Patrimonio

Patrimonio


Afortunadamente la visión que hoy tenemos del patrimonio ha superado aquélla que reducía su significado a un cierto valor histórico y artístico no exento de prejuicios, y se asocia ahora a una idea mucho más amplia. En ella incluimos todo aquello que tiene un valor, bien porque representa un tiempo o un concepto —el artístico—, bien por su escasez y necesidad —el natural—, bien por algo más intangible pero no menos importante —el ambiental—. Ante la necesidad de aprovechar los recursos de los que disponemos, y haciendo un ejercicio de responsabilidad en la secuencia medios-fines, surge el concepto de patrimonio como aquello que puede utilizarse, reciclarse, renovarse. Un concepto tan económico como arquitectónico que además potencia el compromiso ético. La última crisis económica ha tenido mucho que ver con este nuevo enfoque de lo existente, que permite apreciar la ciudad y su arquitectura también desde la perspectiva de la historia.

La visión dominante en las últimas décadas ha sido conservadora, y principalmente burocrática y arqueológica. Si bien ha preservado buena parte de nuestra riqueza arquitectónica, no ha sabido distinguir cualidad y especificidad a la hora de aplicar criterios, imposibilitando propuestas de mayor valor. Esto ha llevado a la desaparición de piezas modernas y contemporáneas que habían servido de aprendizaje a varias generaciones de arquitectos.

El Museo de Oviedo participa de esta nueva manera de entender el patrimonio. ¿Podrían los edificios existentes, con unos tipos limitados en planta y casi derruidos, incorporar un Museo de Bellas Artes con las condiciones de calidad exigidas? En este caso, el valor de lo patrimonial se ‘traslada’ al concepto de lo ambiental. La calle es lo importante, y el lienzo compuesto por las fachadas se convierte en una suerte de pieza arqueológica de la ciudad. Surge así el gran reto de construir un edificio nuevo tras una fachada que se conserva. A partir de este lienzo urbano conservado se crea una secuencia de tres ‘capas’ de fachada que dan lugar a un espacio complejo de entrada concebido como continuidad de la calle. Ahí se ubica el acceso, pero también la escalera que, prevista como prolongación del espacio público, permite acceder a los distintos niveles de exposiciones.

El interior del museo se organiza en torno a un gran patio que adquiere un tinte metafórico al plantearse como un ‘pozo de luz’ en contraste con los ‘pozos oscuros’ de las minas asturianas. Esta disposición permite no sólo adecuar la luz natural en un edificio denso y profundo, sino también que los visitantes tengan la visión completa de todas las áreas de la ampliación, de uso básicamente expositivo.