Hoy en día el programa es mucho más que una mera descripción funcional. En el pensamiento arquitectónico, el concepto de programa ha pasado de ser contemplado de una manera estática, como algo predeterminado y concreto, a ser desarrollado de una manera dinámica, como algo sobre lo que el arquitecto puede actuar desde el proyecto. La necesidad de adaptarse a unos programas cada vez más flexibles —y en ocasiones indefinidos—, que se presentan a veces agrupados, fundidos o mezclados, ha propiciado que lo que tradicionalmente había sido un elemento divisor entre lo público y lo privado, se convierta ahora en un fructífero campo para la investigación y la innovación.
Esta concepción del programa como un elemento atractivo y sugerente para el desarrollo de la propuesta, que se encuentra por cierto en el origen de algunos de los edificios más interesantes e influyentes de los últimos años, tiene varias consecuencias. Por un lado evita la consideración del proyecto como un hecho casual y endogámico, en ocasiones vacío de contenido. Al convertirse el programa en un hecho proyectual en sí mismo, la arquitectura recupera una dimensión más ‘social’; renuncia a su ‘exclusividad’, transformándose así en un lugar de conexión, de comunicación y de investigación compartida con otras disciplinas, maneras de pensar o referencias, respetando los procesos propios de cada una, pero sin renunciar a lo específicamente arquitectónico. Por otra parte, la reflexión programática ha permitido obtener una nueva visión de la ciudad como algo infinitamente más complejo e interesante, que ha contribuido a su vez a redefinir el papel del arquitecto, quien pasa de ser una especie de ‘hacedor todopoderoso’ a desempeñar una función más discreta y ajustada de ‘regulador’ de fuerzas que casi siempre vienen dadas. Al redefinir el papel del arquitecto queda reafirmado el papel de la arquitectura en sí misma.
El estadio de fútbol de Palencia pretende ser, por su condición urbana, un edificio más que una infraestructura. Sus dimensiones y el lugar donde se ubica contribuyen a ello. Pero, por encima de todo, es la decisión de incluir programas públicos e institucionales en la planta baja —que garantizan la presencia continuada de usuarios, evitando así como única función la deportiva, de carácter ocasional— lo que logra conferirle esta condición. La mezcla de diferentes usos —deportivo, institucional y de oficinas—, la reconsideración del programa como argumento del proyecto, más que ninguna otra decisión formal o constructiva, es lo que dota a este estadio de un valor específico.

