La capacidad de representar de la arquitectura no debe confundirse con la mera capacidad de asombrar o llamar la atención. Muchas veces la arquitectura más divulgada y más conocida por el público lo es no por su capacidad de dar respuestas, de proponer o de investigar, sino por la de crear espectáculo. Pero el espectáculo es, por definición, momentáneo: no implica continuidad. El hecho de representar implica, sin embargo, la necesidad de que existan contenidos, juicios de valor e ideas. Exige que se pueda leer en términos de significación, lo que nos refiere a un material esencial en la arquitectura, el tiempo. Sólo el paso del tiempo otorga a la palabra significación todo su contenido y sólo el juicio del tiempo puede realmente descubrir los edificios que son capaces de representar a una sociedad o un tiempo específicos. No resulta creíble una arquitectura que surge como respuesta coyuntural sin voluntad de futuro o de permanencia, ni aquélla que nace movida por criterios materiales sin implicación cultural e ideológica.
La cuestión de la representación, si bien es más habitual en los edificios o espacios públicos, no queda al margen de lo privado: muchos edificios, independientemente de su programa, son capaces de representar porque contienen ideas, propuestas, fundamentos de un tiempo y un lugar. Significado, pues, frente a espectáculo. Permanencia frente a coyuntura. Voluntad de afirmación ideológica o propositiva frente a banalidad.
Más allá de la metáfora del bosque, útil en términos proyectuales, espaciales y estructurales, el Pabellón de España en la Expo de Zaragoza se identifica con una sociedad que, lejos de la ostentación, busca en aquello que le es específico un camino hacia la contemporaneidad. Una contemporaneidad optimista capaz de generar, con el medio natural y cultural propio, un modelo de crecimiento sólido y razonable. Así los sistemas constructivos y estructurales utilizados, el uso de materiales tradicionales (pero con gran capacidad para ser redescubiertos) como la terracota, el corcho, la madera o el acero galvanizado, elaborados a partir del material básico, trabajando con talleres modestos y huyendo de las soluciones acabadas del mercado; y así también la manera en que el proyecto configura los tránsitos (que no las circulaciones), los accesos y los espacios. La arquitectura, en este caso, utiliza todos los mecanismos que están en su mano con el objeto de identificar un tiempo y una manera de entenderlo, intentando dar más de lo que la sociedad reclama. El público así lo apreció, lo que demuestra que la representación no equivale a espectáculo.
